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Por Alberto Arceo Escalante

http://yucatan.com.mx/espectaculos/musica/gerda-gruber-y-el-paso-del-tiempo

Cortesía: Omar Said/ Frontground

Cortesía: Omar Said/ Frontground

Gerda Gruber nació en Checoslovaquia (hoy República Checa), estudió escultura en Austria y desarrolló sus primeras exposiciones en varias partes de Europa.

A finales de 1974 llegó a México, donde rápidamente entró en contacto con el ambiente artístico, exhibiendo en el Museo de Arte Moderno y enseñando en la Academia de San Carlos. Pocos años después recorrería varios estados de la República y finalmente se establecería, ya entrada la década de los ochenta, en Yucatán.

Aquí su obra devino, en una primera instancia, en volúmenes amorfos y formas orgánicas más sinuosas que evidenciaban el arribo a una nueva etapa en su producción, parte por su experiencia previa con el vidrio, parte por el contacto con nuestro entorno natural, parte por procesos personales.

Algunas de estas esculturas, estalactitas o estalagmitas curvadas, transmutaban en miembros humanoides para engendrar personajes en movimiento, seres míticos de la región o autorretratos. Este vuelco a la figuración —antes favorecía los lenguajes más bien abstractos— encontró, al filo del cambio de siglo, su mejor fortuna en formas que evocaban la naturaleza de nuestra región. Sus cuestionamientos iniciales en torno a la identidad local hallaron salida en una reflexión sobre al ambiente nativo en el cual supo reconocer e interpretar con más agudeza que otros artistas locales, quizá por su ojo exógeno, elementos y estructuras que lo caracterizan.

Estas obras inspiradas en nuestro monte —colores ocres, texturas resecas, formas caprichosas— entrañan asimismo una profunda reflexión acerca del tiempo y la vida; Gerda se ha sincronizado con las cadencias de nuestro ecosistema a la vez que encontró su propio ritmo. En muchas piezas está latente una reflexión sobre la trasformación de la naturaleza a través del devenir.

La elección de madera de nuestra región, como materia prima de sus esculturas más recientes, también se alinea a una meditación sobre el deterioro entrópico natural y el paso del tiempo como testigo. Incluso en algunas piezas la recolección del material orgánico está ligado a procesos cíclicos o estacionales propios del hábitat. Subyace de manera general en su producción una preocupación por el desgaste ecológico y la urbanización expresa en interesantes piezas que combinan, por ejemplo, asfalto y bambú, o bien, en superficies que contrastan entre texturas quemadas y pulcramente alisadas.

El tiempo es quien va revelando en cada intervalo la existencia de un material transformado.

Con la región

Gerda Gruber nunca evitó el franco reconocimiento del lugar que uno habita, actitud que parece denominar el arte global; por el contrario, asumió la complejidad de su entorno como factor determinante en su producción artística. Sin embargo, su relación con nuestra región no sólo está ligada a sus esculturas, sino también a la enseñanza. Gerda Gruber es un personaje fundamental para explicar la producción artística de nuestra región en la transición del siglo pasado al presente. Su influencia en la esfera del arte trasciende estilos, uso de materiales o temáticas; reside en haber compartido metódicamente con un extenso grupo de artistas y alumnos su proceso de investigación y manufactura. Gerda ha sabido transmitir al interior de sus talleres disciplina, responsabilidad, esmero, curiosidad, búsqueda especializada, deseo. Algo difícil de encontrar.

Su impronta como guía en la región está presente en artistas de varias edades. Una generación adulta como Daniel Rosel, David Sierra, Gildo González u Oscar Ortiz, así como una joven como José Fernández Levy, Edgar Canul o Kanek Gutiérrez han sido parte de las residencias que ha ofrecido a través de la Fundación Gruber Jez, A.C., en el taller de Cholul.

Asimismo, en la Escuela Superior de Artes de Yucatán múltiples jóvenes estudiantes han encontrado en ella una tutela firme en sus primeras aproximaciones plásticas. Más allá de eso, Gerda, quizá sin quererlo, también ha generado una escuela con creadores que comparten su formalidad y arrojo como Vanessa Rivero, Eugenio Encarnación, etcétera.

Gerda dice ya no trabajar en función de proyectos expositivos pero no se detiene; la escuché decir que la vida es una idea y hay que materializarla. El tiempo natural es quien rige su quehacer artístico ahora; la vida misma es un solo proyecto.

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